Sobre el blog
Este blog pretende abordar temas de actualidad relacionados con la agricultura, la alimentación y el gran consumo además de lobby, marketing, economía, comunicación y las redes sociales.
Las opiniones recogidas en este blog son estrictamente personales.
Durante esta última semana se han sucedido diversos actos en los que se ha conmemorado (que no celebrado por no haber nada que celebrar) el Día Mundial de la Alimentación. En uno de los actos celebrado en la Escuela de Ingenieros Agrónomos de Madrid, el catedrático emérito Ignacio Trueba, presentó su nuevo libro “Cómo erradicar el hambre en tiempos de crisis” (www.findelhambre.es) con una emotiva intervención en la que lanzó diversos mensajes que no dejaron a nadie indiferente y que extraigo a continuación.
Cada año se produce la cantidad de alimento necesario para que 7.000 millones de personas puedan comer adecuadamente. Sin embargo, uno de cada siete habitantes del planeta padece hambre crónica (1.000 millones de personas). Otros 3.000 millones (3 de cada 7) padecen varias formas de malnutrición, bien por falta de vitaminas y/o minerales, bien por sobrealimentación. 1.500 millones de personas padecen sobrepeso u obesidad. En Asia viven el doble de personas hambrientas (578 millones) que en África (230 millones). Sin embargo, la proporción de hambrientos es mayor en África (30%). El número de personas que muere diariamente por causas relacionadas con el hambre (24.000) es equivalente al ritmo de muertes existente durante la 2ª guerra mundial. Dos tercios de ellos son niños.
Los consumidores de los países desarrollados arrojamos a la basura entre un 20-30% de los alimentos. La huella ecológica de la dieta hipocalórica de los países desarrollados es 3 veces superior a la de una dieta saludable. La población que reside en los países desarrollados (15%) es responsable de un 45% de las emisiones globales de CO2. La cantidad para que 1.000 millones de personas hambrientas superen el umbral de la desnutrición es, en la actualidad, menos del 2% de la producción mundial de cereales o alrededor del 15% de un desperdicio evitable de alimentos que tiene lugar en los hogares de los países industrializados. Es imprescindible establecer un consenso de que esta injusticia (este famicidio) tiene que acabar cuanto antes.
Aunque existen alimentos suficientes, los hambrientos son pobres y no tienen dinero para comprarlos. Las hambrunas son obra humana. Con una buena organización se pueden evitar. Una sociedad que funcione adecuadamente tiene que garantizar que todos sus miembros puedan comer. No podemos permitir que diariamente pasen hambre 1.000 millones de los nuestros. Tal y como expuso en el mismo acto el también catedrático Jaime Lamo de Espinosa, sólo la ciencia y el conocimiento pueden frenar el hambre en el mundo. El papel que en este proceso de erradicación del hambre en el mundo puede y debe jugar la agricultura es capital. Sin Agricultura, Nada.