Me ha bastado pasar una larga jornada de trabajo con la jefa de compras de productos frescos de una gran empresa de distribución alimentaria para darme cuenta de la importancia que tienen estas personas para una empresa de este tipo. Personas como ella, que ha dedicado gran parte de su vida a algo tan complejo como comprar los productos frescos con los que conquistar diariamente a los clientes de las tiendas de su compañía, atesoran un nivel de conocimiento incalculable sobre los productos alimentarios que nos comemos cada día.

Se trata de un perfil profesional con un alto grado de especificidad en una materia, la cultura alimentaria, que difícilmente se aprende en las aulas. Este tipo de personas dominan a la perfección la totalidad de los productos del mercado, sus variedades, su calidad, sus diferentes calibres, sus propiedades organolépticas, su cotización en el mercado, su origen e historia, sus calendarios de cosecha, sus zonas de producción, e incluso, su forma óptima de consumo. Son capaces de distinguir a distancia un producto singular de otro que no lo es, y en eso basan el éxito de lo que hacen.

Sólo una empresa con trabajadores de este perfil puede incorporar la cooperación con agricultores, ganaderos y pescadores en su ADN. Conocer de cerca el producto no es suficiente si no se tiene criterio para distinguir un producto bueno de uno mejor. Haber “crecido” junto al productor hace que puedas “defender el producto” y comunicarlo al cliente mejor que nadie. Trabajar en estrecha colaboración con los agricultores permite encontrar ese producto ideal en torno al cual construir tu modelo empresarial. El consumidor termina valorando un producto de calidad. Si se ha sembrado a tiempo y las condiciones ayudan, cosechar el reconocimiento del cliente es sólo cuestión de tiempo.

Salimos de un año 2014 marcado por los cambios en Europa tras las elecciones al Parlamento Europeo del pasado mes de mayo y la nueva Comisión, que ya funciona a pleno rendimiento. Y nos metemos de lleno en un 2015 donde los diferentes procesos electorales marcarán la agenda política. A las ya anunciadas elecciones en Andalucía convocadas para el próximo 22 de Marzo, hay que sumar las municipales y las autonómicas de primavera, las catalanas de Septiembre y, presumiblemente, las generales de finales de año. Además, el panorama político en España con el auge de nuevos partidos y la situación específica de las diferentes Comunidades Autónomas, hace muy difícil predecir cuál será la representación institucional el año que viene por estas fechas.

El sector agroalimentario afronta un 2015 con nuevos retos. Las organizaciones de los distintos eslabones tenemos el deber de acordar definitivamente el código de buenas prácticas comerciales que prevé la Ley de la Cadena Alimentaria. Las organizaciones agrarias, las cooperativas agroalimentarias, la FIAB y las asociaciones de la distribución llevamos meses negociando el texto que deberá ser presentado en los próximos meses. Mientras, el sector productor arranca el primer año de aplicación de la nueva PAC, marcado en el corto plazo por la eliminación de las cuotas lácteas previsto para el 31 de Marzo. Año que ha comenzado además con una bajada de los precios del petróleo (que debería trasladarse al de los inputs). Noticia que ha caído en el campo como un regalo del cielo.

Por su parte, el sector de la distribución y el gran consumo encaran este nuevo año con la ilusión de que, al contrario que 2014, este sí sea el año definitivo de la recuperación del consumo alimentario. Mientras que se desarrolla este año ultra-electoral en España que seguramente conlleve más debate político que iniciativas de fondo, en Europa está ya toda la maquinaria en marcha y, poco a poco, van apareciendo encima de la mesa temas de gran importancia para nuestro sector, que no debemos perder de vista. Teniendo en cuenta este contexto político, pienso que 2015 debe ser el año en el que las organizaciones de la cadena agroalimentaria consolidemos una nueva forma de trabajar por los intereses comunes de nuestro sector en Europa, un nuevo enfoque cuyas bases fueron ya establecidas durante el pasado año.

Esta semana nos hemos vuelto a encontrar una oferta de aceite de oliva en un establecimiento de la gran distribución agroalimentaria de esas que hunden la moral de todos los que trabajamos en este sector y que atentan directamente contra nuestro sector productivo agrario y nuestra economía en general. Es absolutamente inconcebible que mientras el coste de producción de 1 litro de aceite de oliva en España para un agricultor ronde los 2,00 - 2,50€ (ver estudio del propio Ministerio de Agricultura), se puedan encontrar ofertas como la de la imagen en la que un consumidor puede comprar aceite de oliva en el supermercado a 1,21€/l.

Foto de @red_chil

Con este tipo de promociones agresivas y políticas de presión de precios a la baja en las que todos los agentes de la cadena pierden dinero, se consigue configurar paulatinamente una cadena de valor de bajo coste y subsistencia que, lejos de crear valor añadido, lo que consigue es destruirlo. En este contexto no tiene sentido hablar de nada más. No tiene sentido hablar de competitividad, de productividad, de sostenibilidad, de empleo, ni de economía productiva. No hay margen. No se puede producir aceite de oliva en estas condiciones. Tratándose del producto bandera de nuestra agricultura mediterránea entristece más si cabe. Si además tenemos en cuenta que la oferta la hace una empresa española el sinsentido es aún más grande.

No estamos sabiendo defender un producto en el que somos líderes mundiales. Estamos destruyendo el mercado y el sector del aceite de oliva nosotros mismos. Estamos siendo bastante torpes. El gobierno tiene en su mano poner freno a este tipo de prácticas comerciales que afectan negativamente al conjunto del sector agrario y económico de nuestro país. No es una tarea fácil, pero debe hacer un ejercicio de responsabilidad y poner en marcha, a la mayor brevedad posible, una ley para la mejora del funcionamiento de la cadena agroalimentaria que persiga, condene y sancione este tipo de actuaciones que tanto daño hacen a todos. Lamentablemente, para algunos, esa ley ya llega demasiado tarde. Ante esta situación, referirse al aceite de oliva como oro líquido parece, cuanto menos, una desfachatez.

 La cuota de mercado de las marcas blancas (MDD) en el sector de la alimentación en España ha pasado de 7% en el año 1992 al 34% en la actualidad. En el conjunto de productos de gran consumo, la cuota en España es aún más alta (42%), ocupando España el 4º puesto entre los principales países de la Unión Europea tras Suiza, Reino Unido y Eslovaquia. Entre los productos agrarios de marca blanca más comprados por los consumidores se encuentran las legumbres y arroz (75%), la leche y sus derivados (70%) y el aceite de oliva (57%), condicionante que afecta al funcionamiento de los distintos agentes de la cadena agroalimentaria de forma notable.

 

Uno de los efectos de esta tendencia creciente es la mayor dificultad que tienen determinadas industrias agroalimentarias de marca propia para conseguir situar sus productos en las estanterías de los establecimientos de venta. En general, aquellas industrias que no producen la marca líder de un producto en concreto, son las que mayores dificultades están encontrando para dar salida a toda su producción, ya que algunas cadenas de distribución han optado por vender tan solo su marca blanca junto a la marca líder en cada categoría.  

 

Por todo ello no extraña que determinadas marcas hayan optado por nuevos canales de venta que les permitan dirigirse al consumidor directamente sin pasar por el cuello de botella de la gran distribución. Algunos ejemplos son las yoghourterías de DANONE en Madrid y Barcelona, las tiendas de papel higiénico que la marca RENOVA lleva abriendo desde hace 2 años o incluso los puntos de venta que la conocida Cooperativa del Valle de los Pedroches de Córdoba (COVAP), tiene establecidos desde hace ya algún tiempo. El último movimiento ha sido la puesta en marcha de ALICE, el supermercado de venta on-line de productos exclusivamente de marca de fabricante. Estrategias todas ellas diseñadas con el objetivo de vender su propio producto directamente al consumidor. Esta tendencia puede ser aprovechada por los productores agrarios y tratar por esta vía de incrementar la rentabilidad de sus explotaciones. Recordemos que sin rentabilidad, las explotaciones agrarias desaparecen y, Sin Agricultura, Nada.