Durante la feria de Fruit Attraction celebrada hace una par de semanas, ANOVE - la asociación nacional de obtentores de variedades vegetales - presentó el siguiente vídeo del que me llamaron la atención 2 datos relativos al esfuerzo innovador que exige el lanzamiento de una nueva variedad de fruta u hortaliza al mercado. De media, entre 10 y 12 años de I+D y una inversión de entre 1 y 2 millones de euros. ¿Te lo imaginabas?

El vídeo señala la necesidad de trasladar a lo largo de toda la cadena alimentaria, en especial a los consumidores, la importante industria que existe detrás de cada fruta y hortaliza que encuentra a diario en su supermercado. Se habla a menudo del inestimable trabajo de los agricultores y del potencial transformador de nuestra Industria en relación con los alimentos que consumimos a diario. Sin embargo, el sector de la distribución alimentaria comparte con la industria de los insumos el honor de representar las actividades menos visibles de la cadena agroalimentaria de cara al consumidor.

Tal y como indican desde ANOVE, la industria de los insumos agrícolas y ganaderos invierte en I+D cifras superiores a las de sectores como el farmacéutico, automoción, aeroespacial, tecnologías de la informació. La industria de semillas en Europa mueve un volumen de negocio aproximado de 6.800 millones de euros, y abarca un total de 7.200 empresas de diferentes tamaños. En la UE, 50.000 personas trabajan en el sector de las semillas, de los que la cuarta parte se dedican a la mejora e investigación. El mercado español de semillas alcanza los 585 millones de euros, lo que nos sitúa como el 5º de Europa, y el 13º a nivel mundial. Europa es el primer exportador mundial de semillas. En esto también jugamos la champions.

Los datos del vídeo evidencian el error que supone simplificar el significado de la palabra innovación, reduciéndola al éxito del lanzamiento de un nuevo producto para el consumidor. La innovación es un concepto mucho más amplio que afecta, como dice el manual de Oslo, no sólo a productos, sino también a procesos, servicios, modelos de organización de la empresa, etc. y, lo que es más importante, se puede dar y, de hecho se da, en todos y cada uno de los eslabones y operadores de la cadena agroalimentaria. La innovación no es exclusiva de nadie, aunque frecuentemente se trate, como en todo, de hacer bandos – los que innovan y los que no, los que innovan más y los que innovan menos -  con criterios a menudo parciales y poco sólidos. Planteamientos que poco ayudan a trasladar al consumidor la idea de que la cadena agroalimentaria trabaja en su conjunto para, gracias a la I+D+i, satisfacer sus demandas y necesidades de forma cada vez más exitosa y cada vez en menos tiempo.

La actividad agraria debe entenderse como una actividad económica consistente en la utilización de una serie de medios y factores de producción para la producción de alimentos y otras materias primas agrarias, cuyo objetivo final es la obtención de  unos beneficios económicos. En los últimos años, el sector agrario ha contemplado un incremento sin precedentes de los costes de producción de los principales insumos que se utilizan en la producción. Según la 1ª estimación de la renta agraria publicada por el nuevo Ministerio de Agricultura en Diciembre de 2011, todas las partidas de los costes de producción se incrementaron en 2011 a excepción de los fitosanitarios.

 

 

Los fertilizantes se encarecieron un 20,1%, la energía un 17,7% y los piensos un 15,6% respecto al año anterior. Por el contrario, los precios de las producciones vegetales disminuyeron un 2,6%, destacando entre ellos los de las frutas (-1,7%), las hortalizas (-14,3%) y las patatas (-12,7%) muy condicionados por los efectos de la crisis de la bacteria alemana. A nivel global, el valor de la producción agrícola se mantuvo constante gracias a los incrementos de precios de los cereales (6,6%), los forrajes (18,6%) y el vino (8,8%). La ganadería ofreció mejores resultados. El aumento de un 3% de la producción y de un 7,2% de los precios han traído asociado un incremento del valor de la producción del 10,4%, donde destacan el buen comportamiento de la avicultura, el bovino y el ovino-caprino.

 

Respecto a años anteriores, los costes de producción han sido en 2011 un 10,2% más elevados que en los 5 anteriores, destacando el encarecimiento de las partidas de energía (18,1%), la de fertilizantes (15%) y la de piensos (13,6%). El porcentaje que los consumos intermedios representaron sobre la renta agraria en 2011 alcanzó el máximo histórico del 90%, por lo que el margen o beneficio a disposición de los profesionales agrarios fue más estrecho que nunca. Además, el nivel de endeudamiento del sector agrario supera por cuarto año consecutivo el de la renta agraria. En 2011, los agricultores soportaron una deuda por valor de 22.436 millones de euros, mientras que la renta agraria se quedó en 22.181 millones de euros. A pesar del contexto de crisis económica de carácter general, el sector agrario está sirviendo en ocasiones de refugio de empleo proveniente de otros sectores. En 2011, según datos del Ministerio de Trabajo e Inmigración, la afiliación media a la seguridad social en el sector agrario fue de 1.190.857 personas (enero-octubre), mientras que la del año anterior fue de 1.204.339, lo que supone un decremento de tan sólo el 1,1 %.

En cualquier caso, merece la pena preguntarse sobre cuánto aguantará el sector agrario produciendo en base a unos costes que no paran de crecer y con unos mercados que no compensan en mucho casos esos incrementos de costes. Somos un país netamente exportador y nuestra competitividad depende en gran medida de los costes de producción. Hacen falta medidas innovadoras para mejorar la estructura de costes del sector agrario. Ideas no faltan. Sólo se necesita voluntad para desarrollarlas y demostrar así que el sector agrario es un sector estratégico para España. Sin Agricultura, Nada.