Es sin duda el tema del momento. El coste de la energía y del suministro eléctrico en el sector agroalimentario sigue creciendo continuamente. La liberalización del mercado eléctrico en 2008 ya supuso un incremento de costes muy importante, sobre todo para los regantes, cuyo coste eléctrico se incrementó un 60% en un año. La última reforma eléctrica propuesta por el gobierno parece ser la puntilla. La industria de alimentación y bebidas ha mostrado recientemente su rechazo a la reforma energética. Los ganaderos han convocado movilizaciones por las consecuencias de dicha reforma sobre las plantas de tratamiento de purines. Los regantes también. El resto de operadores no tardará en salir a la palestra con este tema.

El caso de los regantes resulta especialmente triste. Después de varios años, sigue sin afrontarse el brutal incremento de los costes de producción en las explotaciones agrícolas y ganaderas. La agricultura de regadío, nuestra joya de la corona, lo tiene cada día más difícil. Para colmo, los planes de modernización de los regadíos se hicieron durante años en base a un ahorro de agua (no de energía) y mientras el coste energético sigue subiendo, muchos de ellos, dejan de ser rentables. La propuesta que las organizaciones profesionales agrarias y las Cooperativas pusieron encima de la mesa a los dirigentes del Ministerio de Agricultura a finales de 2010 recogía una serie de medidas que, de haberse implementado, hoy nuestro sector agroalimentario estaría mucho más preparado frente a nuevas subidas del coste energético, sería más competitivo y, además, más sostenible.

La propuesta incluía 2 grandes medidas. Los contratos de temporada para reducir el coste en la factura de los regantes mediante su adaptación a las peculiaridades de los usuarios y la apuesta clara por la generación distribuida de energía renovable que, por la vía del balance neto (modelo utilizado en países como Italia, Dinamarca, Estados Unidos o Japón) permitiera a agricultores y ganaderos producir su propia energía renovable durante todo el año, verterla a la red y, finalmente, disponer de ella en los momentos de máxima utilización como las campañas de riego. La primera de ellas llegó al Consejo de Ministros y nadie la defendió, por lo que ahora andará en algún cajón del Ministerio cogiendo polvo. La segunda, que requería el trabajo en común de Ministerio de Agricultura y Ministerio de Industria, fue literalmente imposible de poner en marcha. Ahora, cuando una nueva reforma eléctrica levanta de nuevo al sector y Cañete anuncia estar estudiando medidas para los regantes, uno se acuerda de las oportunidades perdidas en el pasado…

Hace poco tuve la ocasión de conocer el proyecto desarrollado por COAG en las Islas Canarias consistente en la gestión programada de los subproductos animales desde el momento en que se generan hasta su uso final mediante el aprovechamiento de los mismos en explotaciones agrícolas cercanas. El objetivo principal del proyecto era establecer unaaprovechando las sinergias existentes en las distintas zonas de producción. 



ya que propone protocolos de gestión basados en la eliminación del uso de productos químicos de síntesis en favor de productos más benignos y/o prácticas orgánicas respetuosas con los recursos naturales y el medio ambiente, centradas en la fertilización orgánica de los suelos y en la prevención y control de plagas. El programa empezó en la isla de la Palma en 2002 y tuvo una gran acogida. Fruto de esta primera experiencia de varios años, se extendió a Gran Canaria en junio de 2006. Prueba del interés suscitado son cada vez más los agricultores que acuden al programa. A principios de 2011, el número de explotaciones participantes en el programa se eleva a 75, lo que se corresponde con una superficie cultivada de 237 ha.


Paralelamente, en la isla de Tenerife se ha desarrollado el mismo enfoque metodológico con gran éxito. El número total de granjas y otros puntos de provisión de subproductos ganaderos adscritos al programa es de un total de 12 y el de agricultores es de 23, llegando a una superficie de 30 ha en dicha isla, número que aumenta progresivamente a medida que el proyecto se desarrolla.


Este es un ejemplo claro de cómo, con pequeños proyectos coordinados, planificados y gestionados con sensatez, se pueden conseguir grandes avances en la mejora de la estructura de costes de nuestra agricultura, contribuyendo además a una mayor conservación de los recursos naturales, al desarrollo de una producción más sostenible y respetuosa con medio ambiente local y al desarrollo de una producción baja en emisiones mucho más competitiva y más legitimada socialmente. Ahora toca replicar los buenos ejemplos.

La actividad agraria debe entenderse como una actividad económica consistente en la utilización de una serie de medios y factores de producción para la producción de alimentos y otras materias primas agrarias, cuyo objetivo final es la obtención de  unos beneficios económicos. En los últimos años, el sector agrario ha contemplado un incremento sin precedentes de los costes de producción de los principales insumos que se utilizan en la producción. Según la 1ª estimación de la renta agraria publicada por el nuevo Ministerio de Agricultura en Diciembre de 2011, todas las partidas de los costes de producción se incrementaron en 2011 a excepción de los fitosanitarios.

 

 

Los fertilizantes se encarecieron un 20,1%, la energía un 17,7% y los piensos un 15,6% respecto al año anterior. Por el contrario, los precios de las producciones vegetales disminuyeron un 2,6%, destacando entre ellos los de las frutas (-1,7%), las hortalizas (-14,3%) y las patatas (-12,7%) muy condicionados por los efectos de la crisis de la bacteria alemana. A nivel global, el valor de la producción agrícola se mantuvo constante gracias a los incrementos de precios de los cereales (6,6%), los forrajes (18,6%) y el vino (8,8%). La ganadería ofreció mejores resultados. El aumento de un 3% de la producción y de un 7,2% de los precios han traído asociado un incremento del valor de la producción del 10,4%, donde destacan el buen comportamiento de la avicultura, el bovino y el ovino-caprino.

 

Respecto a años anteriores, los costes de producción han sido en 2011 un 10,2% más elevados que en los 5 anteriores, destacando el encarecimiento de las partidas de energía (18,1%), la de fertilizantes (15%) y la de piensos (13,6%). El porcentaje que los consumos intermedios representaron sobre la renta agraria en 2011 alcanzó el máximo histórico del 90%, por lo que el margen o beneficio a disposición de los profesionales agrarios fue más estrecho que nunca. Además, el nivel de endeudamiento del sector agrario supera por cuarto año consecutivo el de la renta agraria. En 2011, los agricultores soportaron una deuda por valor de 22.436 millones de euros, mientras que la renta agraria se quedó en 22.181 millones de euros. A pesar del contexto de crisis económica de carácter general, el sector agrario está sirviendo en ocasiones de refugio de empleo proveniente de otros sectores. En 2011, según datos del Ministerio de Trabajo e Inmigración, la afiliación media a la seguridad social en el sector agrario fue de 1.190.857 personas (enero-octubre), mientras que la del año anterior fue de 1.204.339, lo que supone un decremento de tan sólo el 1,1 %.

En cualquier caso, merece la pena preguntarse sobre cuánto aguantará el sector agrario produciendo en base a unos costes que no paran de crecer y con unos mercados que no compensan en mucho casos esos incrementos de costes. Somos un país netamente exportador y nuestra competitividad depende en gran medida de los costes de producción. Hacen falta medidas innovadoras para mejorar la estructura de costes del sector agrario. Ideas no faltan. Sólo se necesita voluntad para desarrollarlas y demostrar así que el sector agrario es un sector estratégico para España. Sin Agricultura, Nada.

 

El gasóleo es uno de los principales inputs utilizados en la producción agraria. En la actualidad representa aproximadamente el 7% de los costes totales de producción. Según las últimas estimaciones del Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, el gasto medio del sector agrario en este combustible ha sido de unos 1.200 millones de euros anuales, relativos a un consumo aproximado de 1.500 millones de litros. Pero, ¿responden las subidas y bajadas de precios de venta al público a la cotización del barril Brent en los mercados internacionales?

 

El precio medio del gasóleo agrícola o gasóleo B ha pasado de 0,68 €/l en 2007 a 0,93 €/l en lo que llevamos de 2011, lo que supone un incremento del 37% aproximadamente en estos 5 años. En estos precios, los impuestos representan aproximadamente un 28-30% del precio final de venta. Tal y como se observa en el gráfico anterior, existe una correlación clara entre el precio del barril Brent en los mercados internacionales (expresado en €/barril para eliminar el efecto de la cotización euro/dólar) y el del gasóleo de venta al público en nuestro país (expresado en €/l, impuestos incluidos).

El precio del barril de petróleo en euros experimenta una evolución casi idéntica a la del precio del gasóleo agrícola en los periodos de tendencia de precios al alza (correlación del 0,96). Por el contrario, entre Septiembre de 2008 y Junio de 2009, periodo durante el cual se produjo una bajada notable del precio del barril de Brent, el precio del gasóleo agrícola no experimentó una bajada proporcional (correlación del 0,54), es decir, el precio del barril de petróleo disminuyó durante dicho periodo en mucha mayor proporción que el del gasóleo agrícola. A la vista de estos datos, ¿puede existir falta de transparencia en la formación del precio del gasóleo que se vende a los agricultores?